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Sequías: nada nuevo en la historia [ Parte I ]

Sequías: nada nuevo en la historia. Parte I

Comunicación e información

En la actualidad tratamos de estar informados en todo momento. La información y comunicación son factores fundamentales en nuestra vida. La comunicación sirve como vehículo para trasladar nuestras necesidades más básicas hacia los demás y el entorno.

Estas necesidades son de subsistencia, de protección y defensa ante los demás y ante el medio que nos rodea, y también necesidades de procreación y expansión familiar propia, en relación a las dos primeras necesidades.

En ese sentido, nos comunicamos para mantener una estabilidad y control de la situación actual. La función comunicativa establece una visión global en donde vigilar las necesidades antes mencionadas.

Y mediante esa comunicación podemos, como seres humanos, saber si estamos seguros o no frente al resto de personas, y el medio.

Cada vez más, como se señalaba, la información es crucial. Cuanto más rápido y mejor informados estemos, mejor será nuestro poder de adaptación al medio. Así, frente a una situación de peligro o amenaza, tendremos la oportunidad de articular una estrategia y hacerle frente.

Calle comercial en donde la gente se relaciona y se comunica.

De esta manera de un modo inconsciente, tratamos de saber más y saber más rápido para poder prever futuros acontecimientos. Por eso cuando se suceden patrones y secuencias repetidas, esto puede acelerar la toma de decisiones basadas en que dicha secuencia en realidad es un hecho y a la vez una amenaza.

Por un lado se tiene la percepción de que algo ocurre más rápido de lo normal y se ponen en alerta todos nuestros sentidos. Pero esa información en exceso de que disponemos hoy hay que tomarla con mesura y ponerla en su lugar correspondiente.

Al estar informados en tiempo real sobre todo lo que ocurre terminamos llegando al convencimiento de que un peligro es inminente y nuevo. Sin embargo lo que ocurre es que establecemos patrones en pequeños periodos de tiempo reducidos enfocándonos en hechos muy cercanos, hechos salidos de contexto, que además se trata de comparar con otros hechos generales ocurridos en épocas muy alejadas.

Tormenta de verano por la llegada de un frente lluvioso en julio de 2017.

En el caso de la sequía y su gestión ocurre así. Como vemos que un año no llueve, o llueve muy poco, que además se extrema el clima puntualmente en semanas concretas, que parece que no hay primavera como este año y se pasa directamente al verano y desde allí a una primavera para a continuación ver que todo son lluvias, pero que estas son fugaces, todo eso es en realidad sobreinformación.

Realmente esos hechos ocurren y no dejan de ser anómalos, pero no son distintos de otros datos meteorológicos que no se disponen.

Los registros del clima y su percepción

En cuanto a la climatología, se dispone de registros de los últimos 150 años en algunos aspectos como la temperatura. En otros factores como la pluviosidad se dispone de datos de los últimos 100 años.

Campos nevados en 2005 y los mismos llenos de sol en 2017 en el centro peninsular.

Además, estos registros existen en algunas localidades de países concretos. En más del 90 % no existen datos. Y esos datos de los lugares que sí lo registraron son, por otra parte, escasos al comienzo, y más específicos en días cercanos a hoy.

En ese sentido, puede parecer que hoy llueve menos, que tal vez así sea, pero no hay una manera objetiva de saberlo porque se están comparando esos datos con otros que son localizados y por otra parte escasos.

Climatología: ciclos y su historia

El clima desde la creación del planeta ha sufrido tantas variaciones igual que si se agitase un sonajero.

Nuestra situación actual no parte de cero sino que provienen de más atrás. Así, retrocediendo a hace más de 3.000 millones de años encontraríamos una atmósfera y una situación climática que no podríamos reconocer como de este planeta. Se parecería más a otro que no al nuestro. Una época en donde había una deriva continental, procesos volcánicos gigantescos y una evolución muy violenta en toda la geología y climatología de esta joven Tierra.

Fósiles de moluscos sobre pieza caliza formada en un mar Jurásico que había en España hace 130 millones de años.

Mediante el estudio de las rocas se han podido establecer conclusiones de cómo era aquella Tierra de entonces. Qué animales la poblaban y cuáles eran sus vegetales. Qué aire había y cómo era de un modo aproximado su clima.

Estos datos son mucho más recientes que esos 3.000 millones de años ( que son muchos ceros seguidos: 3.000.000.000 años ) en que se formaba la atmósfera, y corresponde a rocas que se formaron tan sólo hace 300 millones de años. En realidad parece más cercano a nosotros pero hablamos de también muchos ceros: ¡ 300.000.000 años !. Es increíble imaginarlo. Ya aquí el clima era más sereno que el mencionado antes y parecido al actual.

Con el estudio de los hielos a través de la glaciología se pueden llegar a conclusiones de cómo era la composición del aire por las burbujas atrapadas en esos hielos que se extraen de glaciares de bajo desarrollo y hielos perpetuos. También a través del polen atrapado en esos hielos se puede conocer el tipo de flora que había entonces en el planeta.

Por un lado estaba la composición de la atmósfera que fue cambiando por la geología de los volcanes superficiales y submarinos y también mediante la acción de organismos como plantas y bacterias que transformaron esa mezcla de gases en otro tipo diferente.

Aspecto del Planeta Tierra cuando todo estaba cubierto por un «mar primordial».

Si retrocediésemos al pasado en una imaginaria máquina del tiempo, no podríamos respirar en el planeta tal como era entonces. Y en ese transcurso ya no sólo hubo cambio en los porcentajes de los gases presentes en la atmósfera sino que unas veces el clima era enormemente frío y otras muy cálido.

Comparado con las variaciones de entonces, actualmente no podríamos decir que existe un cambio climático. Sí que se perciben cambios pero están comprendidos dentro de una normalidad estable en comparación con las drásticas glaciaciones que duraban milenios, o las sequías que azotaban extensas regiones durante siglos.

Civilizaciones amenazadas

En el pasado se han podido datar y documentar episodios muy sombríos de las civilizaciones que en algún momento fueron afectadas por cambios del clima muy notables.

Los cambios afectaron a los alimentos que consumían estas personas que fueron nuestros antepasados. Los alimentos eran en forma de caza cuando lo que predominaba eran los pueblos nómadas. Estos animales se movían hacia lugares donde el clima era más favorable y había más abundancia de vegetación.

Conducciones romanas en la ciudad de Toledo para el suministro urbano de agua.

Durante las últimas épocas glaciares que sufrió el planeta, todos los organismos tuvieron que adaptarse de manera que las regiones más ecuatoriales eran las más ricas y la mayoría de las poblaciones se concentraron allí.

En estas glaciaciones en que los hielos llegaron hasta regiones que hoy son templadas e incluso desérticas, el hombre no tuvo nada que ver. Se puede explicar ese cambio climático por hechos geológicos, astrofísicos y de auto regulación planetaria, sin datos concluyente que lo puedan explicar hoy.

Cuando el hombre se asentó en las primeras ciudades hace cerca de 10.000 años, su medio de subsistencia se amplió a la ganadería y la agricultura.

Acequia para el riego de cultivos paralela a las vías de comunicación.

Y es entonces cuando estos grupos de poblaciones extensos fueron más vulnerables a los cambios del clima. Si una civilización basa su economía sobre todo en esos bienes, cualquier amenaza sobre los mismos amenazará a dicha civilización.

En ese papel de garantizar el futuro de las cosechas, el agua era un bien primordial. En la actualidad lo sigue siendo ya que es la base de toda vida.

Culturas como la egipcia que vivieron durante más de cuatro milenios supieron cómo sacar partido a terrenos que se habían desertizado mediante riegos o aprovechando las crecidas del río Nilo.

Esos terrenos mucho tiempo atrás fueron vergeles que en algún momento fueron desapareciendo sin tener a día de hoy razones que lo expliquen. En el desierto del Sahara en África, hay muchísimas pinturas rupestres que se cuentan por miles en una cantidad de yacimientos enorme que se pueden visitar en la actualidad y en donde aprovecharon las paredes rocosas para la realización de dichas pinturas.

Allí se dibujaron hace más de 12.000 años enormes lagos de agua dulce, animales de toda clase, cascadas de agua y muchísimos elementos que indicaban una región rica parecida a una región selvática.

Actualmente en estos yacimientos no hay ningún vestigio vivo de todo aquello. La temperatura es de más de 50 grados y el agua es necesario buscarla mediante pozos, en algunos lugares muy concretos, excavando a profundidades de más de 50 metros.

Aljibes y baños medievales en la ciudad de Toledo.

Todo aquello, que se sepa, ocurrió poco a poco sin una causa que, como se comentaba, lo explique a día de hoy.

El agua siempre ha sido muy importante para la gestión de una ciudad. Es necesaria para beber, para cultivar, para dar de beber al ganado, para asearse, para realizar artesanías y actividades industriales.

En el caso de la cultura egipcia sus ciudades eran construidas sobre el curso del Nilo. En la desembocadura proliferaron innumerables poblaciones pequeñas que se levantaron sobre el delta. Pero este río, por su geología, fue cambiando su curso a lo largo de siglos de manera que en un momento dado estas ciudades quedaban muy lejos de su cauce.

Agua embalsada para el suministro humano.

Era tan importante ese agua para el sustento de dicha civilización que literalmente, algunas ciudades fueron trasladadas piedra a piedra hasta la nueva ubicación del nuevo curso. No ocurrió de la noche a la mañana sino que fue una tarea que duró décadas, pero lo hicieron.

En otras culturas era más factible por la geología del lugar modificar dichos cursos de agua que mover las ciudades. Lo hacían mediante canalizaciones y diques para obligar el paso del agua por los lugares donde antes lo hacía.

En otros casos no fue posible hacerlo como en las ciudades míticas de Babilonia. Algunas de ellas fueron poco a poco engullidas por el mar, otras . Puede parecer algo increíble pero al observar todo al ritmo del tiempo geológico se puede ver que es algo de lo más habitual.

Casos similares les ocurrieron a pueblos y civilizaciones ya desaparecidas que habitaban en islas griegas o también otros que se asentaron en el golfo de Cádiz o en las islas del mar de Alborán en el estrecho de Gibraltar, una región con una geología muy diferente a la que conocemos hoy.

A parte de estos cambios en los cursos de agua sobre todo tenía una influencia muy alta el sistema de lluvias. Puede que en regiones desérticas no sea crucial pero sí lo es en zonas como el sur de Asia que sufre el azote del monzón durante la mitad del año.

Seis meses está lloviendo y los otros seis no cae ni una gota. Para sacar partido de esa situación grandes pueblos y civilizaciones como el imperio Jemer idearon enormes ciudades dotadas de enormes zonas para embalsar ese agua durante la estación lluviosa y así disponer de más y mejores cosechas de arroz durante todo el año mediante dicha gestión.

Suelo totalmente seco durante el verano de 2017 en la meseta peninsular.

Sin embargo, todas estas civilizaciones sufrían cambios continuados en algún momento en donde disminuían esas lluvias durante décadas. Esto obligaba a una readaptación que a veces no era posible mantener durante tanto tiempo.

La sequía degeneraba en malas y escasas cosechas, y éstas en hambrunas que por un lado producía un éxodo a otros lugares o bien terminaba en conflicto bélico. En cualquier caso, aquella civilización se terminaba hundiendo.

Se supone que ese fue el caso del imperio Maya o el Azteca, así como de otros pueblos anteriores a ellos en América del Sur. No hubo un continente que alguna vez no se viera abocado al desastre climático.

En este sentido el apocalipsis y ocaso de las civilizaciones se pude analizar como un proceso natural debido a cómo está todo constituido. Vivimos en el mismo planeta todos y cualquier cambio que se produce nos afecta.

¿Es mejor un Diluvio o la sequía?

La palabra diluvio procede de los textos más antiguos. El más conocido es el Libro del Génesis, recogido en la Biblia en donde se habla de un momento atemporal en que la humanidad es castigada con un periodo de lluvias que no cesaba.

Esa situación originó que la tierra desapareciera y todo se convirtiera en mar. En algún momento el nivel de ese agua descendió después de muchísimas semanas de manera que la tierra volvió a emerger.

Así cuando en alguna región llueve durante mucho tiempo, se dice que es un diluvio. Igual que hay periodos de tiempo en los que una sequía dura varios años hay otros en los que sin embargo no para de llover.

El agua es muy importante y sin ella la vida no es posible. Sin embargo, una cantidad excesiva puede tener peores consecuencias que una sequía.

Incluso en la sequía más severa hay maneras eficaces de gestionar el agua que garanticen un mínimo aprovisionamiento. Gestionando adecuadamente este agua se puede disponer de amplios cultivos.

En el caso de lluvias constantes y aguaceros, el terreno anegado, cubierto de agua unido a la falta de sol hace imposible un agua potable con garantías así como cultivos vegetales. En este sentido, el diluvio es peor que la sequía.

 

autor del artículo:

Jesús Pablo Alonso García

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